
Tenía un mal carácter.
Martes, señalaba su calendario digital, uno de esos adelantos tecnológicos para sacarnos dinero. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo en la puerta- porque ojo que también se pueden clavar otras cosas y a otras cosas- (sin alusiones).
El primer día, el muchach@ clavó 37 clavos detrás de la puerta.
Las semanas que siguieron, a medida que aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos.
Descubrió -así como Cristóbal Colón, o es Américo Vespucio- que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.
Hasta que llegó el día que pudo controlar su genio.
Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo por cada día que lograra controlar su carácter.
Los días pasaron y el muchach@ pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta...
Su padre l@ tomó de la mano, l@ llevó hasta la puerta y le dijo:
"Has trabajado duro, hij@ mí@, pero mira todos esos HOYOS en la puerta. Nunca más será la misma."
Yo soy poco de estas historias, pero dentro de todas, hasta ahora leídas o escuchadas, es la que más me llegó. ¿Y a ustedes?
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