17 de septiembre de 2009

Quistococha

¿Cuántos paisajes en cuadros hemos visto?


¿A cuántos de ellos nuestra imaginación nos transportó mientras lo mirábamos muy atentos o dormíamos placenteramente?


Caminar sobre arena blanca fue el sueño de toda mi vida. No me importaba si era en el Caribe, alguna isla de Europa o algún Estado "gringo".



Yo sabía por ahí, que la Selva con su populacha majestuosidad, sus ríos y diversos encantos físicos, también guardaba para mí, algo más que unas cuantas fotos subidas en páginas turísticas.

Y no estuve equivocado.

Era el segundo domingo de mi estadía en la despreocupada Iquitos, veía el sol más cerca a mi rostro, sentía realmente mi sangre caliente y entendía el por qué de la "sangre caliente" de esas bellas mujeres que muchos en la tele pintan incorrectamente como "insaciables".

Cual veraniego limeño, tomé un short celestito, un polo blanco cual angelito, unas coloridas sandalias Ipanema, de contrabando brasilero y mi clásica mochila Jansport azabache con sus interminables bolsillos. En ella incluía, un shorcito nadador, un polito y un calzoncillo extra para mantenerlos siempre secos luego de alguna jornada húmeda.

Antes de embarcarnos, decidimos llevar una Coca Cola descartable de dos litros y unos paquetes de Soda Field, porque sabíamos que como todo destino turístico, Quistococha nos sacaría algunos centavos de más.

¿Y ahora cómo vamos? Nos encontrábamos frente al Hospital de Iquitos, casi por la 17 de la muy conocida Avenida Grau. Podíamos ir hasta el Terminal con 80 céntimos y de ahí tomar un Motokar, a un sol por persona, hasta Quistococha. Otra forma era esperar a un poco frecuente Jumbo (ómnibus) directo. Entre dimes y diretes, apareció la tan nombrada 49, que a un sol por persona nos dejó en la misma entrada del Complejo Turístico.

Tan solo estar parados, allí afuera, nos avizoraba un día inolvidable. No solo el verdor por doquier, el sol cegador o la grata compañía me decían que jamás olvidaría este día, sino además las riquísimas raspadillas de mango, maracuyá y camu camu me daban una dulcísima bienvenida.

Si en Disney World pagas 40 dólares el día, en Universal Studios 30, en el Empire State 16, aquí en el Perú, Quistococha, nos abre sus puertas con solo 1 dólar (tres Nuevos Soles).

Pero para los amantes de los animales, este Complejo Turístico, no solo nos ofrece una extensa y navegable laguna con una flora alrededor celestialmente ubicada , sino además cuenta con un zoológico equipado con monitos super juguetones, no como esos de Lima que al parecer han caído en la monotonía de la vida diaria, además muchos lagartos, cantidad de taricayas y charapas, paiches enormes y de fondo un bufeo, la mayor atracción del parque, entre otros.

Para las parejitas, esas que buscan el silencio y la lejanía de las miradas, están los botes metálicos, los que nos permiten alejarnos, por 5 soles la hora, del bullicio de la orilla y quizá, por ahí, experimentar el amor sobre el agua mientras reman incansablemente.

Realmente visitar Iquitos y llegar hasta Quistococha es una travesía que absolutamente todos tendríamos que hacer antes de dar el último suspiro, así que a ahorrar desde ahora, y esperar la temporada baja de la chilena LAN.

13 de septiembre de 2009

Nanay


Dicen, los bien entendidos, que la gastronomía turística en Iquitos se vive y saborea mejor en Nanay.

No solo porque uno de los restaurantes más paradisíacos está flotando sobre el vaivén del río del mismo nombre, sino también porque las más extrañas, nutritivas y exquisitas comidas y bebidas, están todas preparadas por manos oriundas del lugar.

Empero, hay un tercer y decisivo elemento, por el que sale a cuenta no reparar en gastos e ir a comer hasta "Bellavista Nanay": La espléndida vista.

Desde donde nos paremos encontraremos al puerto de Nanay hermoso. Tal cual describe su primer nombre, este lugar es todo un espectáculo natural, podríamos estar de pie largas horas observando el trascurrir del día, el movimiento de las personas que apuradas abarrotan el mercado, ubicado frente al río, adquiriendo cantidad de pescados de nombres que ya ni recuerdo, plátanos verdes por racimos a precio huevo, cocos, papayas, y diversidad de alimentos que me tomarían todo el post detallar.

Podríamos observar por horas también sin quejar el ir y venir de los botes, lanchitas y hasta barcos que con sus ruidos peculiares captan la atención de hasta los lugareños.

Podríamos tener suerte, como la tuve, y ver en vivo y en directo el aterrizaje y despegue de una avioneta en el río o al menos ver pasar uno de esos barcos de la marina, todos imponentes y bulliciosos.

Podríamos comer ahí, como también lo hice, pero esto ya no es cuestión de suerte, sino del tamaño del bolsillo.

Van ya dos veces que visito el mismo restaurant sin nombre. Por ahora no está literalmente sobre el río, ya que en estos meses no hay crecidas desbordantes. Es enteramente de madera, con una entrada algo angosta a mi gusto donde el aroma de los ricos potajes te atrae ineluctablemente a visitar sus instalaciones.

Caminar sobre madera, sabiendo que bajo ese suelo hay nada más que un precipicio de 20 metros o más, es emocionante. Sentarte y apreciar panorámicante la belleza de la Selva vale lo que sea.

Sábalo, tacacho, plátano ahumado, juane, etc etc, una gran lista de deliciosos platos llenos para saciar nuestro gusto por la culinaria selvática. Basta probar un poquito de cecina para enamorarse de ese sabor y textura, tomar un poquito de arazá para cambiar a la burbujeante Coca Cola o simplemente intentar admirar lo variado de la gastronomía loretana para amar más a nuestro país.

1 de septiembre de 2009

Jumbo


Viajar en Jumbo es ver a Iquitos por televisión utilizando nuestros 5 sentidos. En este territorio tropical donde las ahuecadísimas y desniveladas pistas tienen como reinas a las motos, surgen imponentes estos obesos y muy ventilados buses, ante la mirada de cualquier recien llegado, o algún mal llamado "limeñito mazamorrero" como yo.

Subirse a un Jumbo es sinónimo de hacer turismo en Iquitos. A través de sus "generosas" ventanas sin vidrio, pasan por nuestros ojos las pintorescas casas de hoja de Irapay, la copiosa selva amazónica y ese cielo tan bello y extenso como nunca antes he visto.

Si en Lima o Arequipa tiraríamos muchos billetitos para alquilar algún vehículo que nos haga conocer lo más resaltante de sus locaciones, aquí con 80 céntimos - pasaje único adulto- recorremos la ciudad completa, sus alrededores y hasta nos internamos al kilómetro 9 de la carretera camino a Nauta - otra ciudad loretana.-

De piel metálica, piso y techo de madera y asientos de fierro semi-acolchados, estos pseudo-buses son realmente una especie de camiones de carga, en su mayoría Hyundai HD65, a los que se les ha cambiado la carrocería y han sido muy bien acondicionados para transportar pasajeros. Gozan aún de la gracia divina, por no tener tras sus nucas a cientos de policías coimeros y a los muy famosos inspectores "CASTAÑEDienses" o "SATinos" que en Lima tienen estresadísmos a los choferes asesinos de las combis (ojo que no uso el término "combis asesinas"), a los omninibuses interprovinciales y a toda clase de vehículo que aparezca en el paso.

Sin embargo, haría falta algo de la esencia de estos inspectores en Iquitos. Justamente hoy, en el diario "La Región", aparece un artículo que señala que algunos choferes de estos Jumbos no tienen documentos, ya que a falta de conductores, las empresas ponen a manejar a sus cobradores.

Al menos hasta ahora, en mi exigua experiencia en Jumbo, me he sentido seguro, si es que hago una fugaz analogía con el transporte en Lima. Aquí no tocan el claxón como locos, no cortan o crean nuevas rutas para sacrar los bolsillos de los pasajeros, no te cobran de acuerdo a su ánimo o en relación a la cantidad de plata que les falta para pagar sus decenas de papeletas, no te molestan preguntándote cuando te vas a bajar y menos te irritan con el famoso "pie derecho".

Viajar en Jumbo es toda una aventura, además de barato, cómodo y sobre todo desestresante después de un rico almuerzo.