27 de julio de 2008

Violación Permitida


La tradición es más fuerte que la ley soviética en Kirguistán. Un país de Asia central.

Una mujer puede ser raptada y violada por 120 euros y unas cuantas ovejas. Los que serán abonados a la familia de la fémina, luego de la consumación del acto.


Cualquiera puede arrebatar del seno del hogar a una muchachita, solo por el hecho de sentirse atraído. Y luego de transgredirla, negociar el futuro de ella, tal como cualquier otra mercancía.


Pese a que actualmente está prohibido en Kirguistán este tipo de acontecimientos, la costumbre de los pueblos y ciudades de dicho país asiático, puede más que alguna norma o autoridad.


Y es que, esta convención para denigrar la mente y cuerpo de las mujeres, me hizo recordar la historia de una nonagenaria dama, nacida y crecida en uno de los tantos pequeños pueblos de Chepén, La libertad.


Esperanza, como se llama mi narradora, decía que la vida que llevó en el norte del Perú, se caracterizó por el rapto de sus 9 hermanas y con ello la aparición de sus 9 diferentes cuñados.


“No era sorprendente oír en casa, que Sofía, Esmirna o Juana – algunas de sus hermanas - no eran vistas varios días en casa. Seguramente ya volverán con un chiquillo en la panza”, expresaba mi cronista.


Y pese a que suene estremecedor, algo sigue ocurriendo en algunas pequeñas ciudades del mismo Chepén.


Quizá será difícil de asimilar, pero tengo referencias puntuales de que estos tipos de raptos continúan ocurriendo. Claro está, que ya no son violaciones, sino que hay una especie de acuerdo o pacto entre los miembros de la relación, para desaparecer.


Es pensando en todo esto, que Esperanza, termina su narración, contándome que ella hubiese deseado, no tener hermanas, porque ser mujer en algunas provincias es sinónimo de sufrimiento.



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