4 de diciembre de 2008

El cuadro


Aceptó venir.

Después de un tiempazo que él la veía. Ya no la quería ver. El gusto había sido saciado.

Pero el tiempo alimenta, y lógicamente la "hambrusia" en un cuerpo gazuzo es arma vital para buscar a toda costa el pedacito de "carne" que tanto falta hace.

Él le dijo que quería un cuadro, esos abstractos pero con vida. Su cuarto lucía medio inerte, en realidad necesitaba reanimarlo.

Ya le habían dicho que ella "pintaba unos cuadros" maravillosos.

Ya en casa, comenzó a pintar.

Se sacó la casaca, quizá para no ensuciarse o azuzarlo más y se recostó en el suelo.

Parecía que de memoria sabía lo que haría. Su mente libidinosa se tornaba inmaculada mientras él veía un carisma especial para delinear esas formas tan raras que no entendía, pero que no le molestaban porque le gustaban y no pagaría nada por ellas.

Terminó y él ya no quería desnudarla. Sintió que fue la mejor terapia en mucho tiempo para relajarse. Se despidió y partió.

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